
Inspector laboral: somos como sacerdotes porque trabajadores nos confiesan sus miedos
César Andrade fiscaliza que empresas de Lima cumplas normas sociolaborales.
Es ordenado, de pensamiento cartesiano, y tal vez por esa razón controlado en sus emociones. Pero no es un abogado insensible. Por el contrario, es un gran administrador de sus pasiones. Porque si hay algo que le quita el sueño a César Andrade García, es que los derechos laborales de los peruanos se pasen por tabla rasa.
César Javier Andrade García tiene 45 años y es subintendente de actuación inspectiva de la Superintendencia Nacional de Fiscalización Laboral (Sunafil). Su oficina forma parte de la Intendencia de Lima Metropolitana responsable de fiscalizar, seguir y velar que las empresas de la ciudad cumplan las normas sociolaborales, de seguridad y salud en el trabajo.
“Trabajo con un equipo de inspectores, programamos las visitas, armamos los operativos y atendemos las solicitudes de las personas que piden el pago de sus remuneraciones o gratificaciones. En estos momentos sacamos adelante el plan nacional de inspección de este año”.
Este deseo de justicia laboral, en un país que aún no convierte en visión ese ideal humano, encuentra su semilla en una parte de su biografía: cuando observó que su padre, tranquilo obrero, vivió gran parte de su vida sin estar en planilla, y que “se la buscaba” todos los días para que no faltara el dinero en casa.
Hoy es responsable de 226 fiscalizadores, a los que transmite su experiencia y conocimientos que adquirió como inspector laboral desde 1995. Como comprobar que los empleadores aún desconocen cuáles son sus obligaciones, y la importancia que tiene que sus trabajadores sean incluidos en planillas.
“Los niveles de productividad que pueden alcanzar porque sus trabajadores gozan de sus derechos, son enormes. Existen estudios que lo demuestran. Ahora, cuando los visitamos, se lo informamos”, cuenta. Pero el otro problema es que aquellos aceptan esas condiciones laborales durante años, y solo actúan al ser despedidos del empleo.
Cuando ingresó, en los años 90, la superintendencia no existía. Entonces, era una dirección de inspección de trabajo, no había internet y usaba una enorme máquina mecánica con la que empezó la reorganización de esa área del ministerio, que en esos años convocó a jóvenes estudiantes de derecho con nuevas ideas. “Estudiaba en la universidad, y quise asumir el reto”, recuerda.
Para Andrade García, que hoy es funcionario público, el inspector laboral es como un sacerdote que escucha con paciencia a la persona que confiesa sus miedos por el desamparo que le produce un despido. Es un buscador de faltas, como la que cometen con más frecuencia las pequeñas empresas de no considerar a sus trabajadores en planilla, mientras que las medianas incumplen las pagos, y las grandes tienen problemas con los sindicatos.
Para el alumno aplicado de la escuela pública Nº 002 de Breña, y apasionado por el curso de educación cívica, su compromiso es sacar adelante la Sunafil (Superintendencia Nacional de Fiscalización Laboral), que los inspectores se sientan orgullosos de su trabajo y que los peruanos la vean como un referente. “Quiero que confíen en nuestro trabajo”.
Hoja de vida
